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En medio de una pista que parecía arder de expectativas, Venezuela encontró en el patinaje de velocidad una bocanada de alegría y reivindicación. Wilmary Toro, joven aragüeña de temple y talento, se convirtió en la primera atleta de su delegación en competir oficialmente en los Juegos Panamericanos Junior. Y lo hizo con una actuación que ya forma parte de la memoria deportiva del país: medalla de plata y medalla de bronce en una misma jornada.


No fue solo velocidad. Fue carácter. Fue símbolo. Toro no solo abrió la pista, abrió también el camino para una generación que busca dejar huella en el deporte continental. Su desempeño, marcado por técnica y coraje, le permitió subir dos veces al podio, en un contexto donde cada centésima de segundo cuenta y cada giro puede definir el destino.

Una jornada que inspira

La medalla de plata llegó en una prueba de alta exigencia, donde Toro se mantuvo firme ante rivales de Colombia, Ecuador y México. La de bronce, en una competencia aún más cerrada, fue el resultado de una remontada que dejó sin aliento a los presentes. Ambas preseas no solo suman puntos para Venezuela: suman esperanza, visibilidad y orgullo.

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“Salí a darlo todo por mi país”

Las palabras de Wilmary, al finalizar la jornada, resonaron como declaración de principios: “Salí a darlo todo por mi país. Esta pista no me intimidó, me motivó. Quiero que cada niña que sueña con patinar sepa que sí se puede”.

Su testimonio, breve pero potente, conecta con una Venezuela que sigue apostando al deporte como herramienta de transformación. En un contexto de desafíos estructurales, la pista se convierte en escenario de resiliencia.


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