La crisis económica en Venezuela continúa impactando no solo en la migración masiva de ciudadanos, sino también en su capacidad de generar conocimiento y tecnología. Según el Índice Mundial de Innovación elaborado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), el país se ubica entre los últimos diez lugares del ranking global, ocupando una de las posiciones más bajas entre 140 economías evaluadas.
La clasificación, que mide insumos y resultados de innovación, revela un retroceso generalizado en América Latina. Chile fue la única economía de la región que logró ascender, superando a Brasil, que lideraba el ranking regional el año anterior. México, Uruguay, Colombia, Costa Rica, Argentina y Perú también perdieron posiciones, mientras Bolivia registró la mayor caída en la región. Nicaragua y Venezuela cerraron la tabla latinoamericana, evidenciando profundas debilidades en infraestructura, inversión en investigación y entorno institucional.
“La persistente brecha insumo-producto de la innovación en la región pone de manifiesto la necesidad de reforzar los vínculos innovadores, mejorar los entornos institucionales y ampliar el acceso a una financiación eficaz”, señaló la OMPI.
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A nivel global, Suiza se mantiene en el primer lugar, seguida por Suecia y Estados Unidos. Este último conserva su posición gracias a su ecosistema empresarial, con énfasis en investigación, desarrollo de software y creación de empresas emergentes de alto valor tecnológico, conocidas como “unicornios”.
El informe también advierte sobre una desaceleración preocupante en la inversión global en innovación. El crecimiento en investigación y desarrollo ha registrado su cifra más baja desde 2010, y se estima que podría descender aún más. En el sector privado, el gasto en innovación apenas creció, muy por debajo del promedio de la última década.
En contraste, economías emergentes como China, India, Turquía y Vietnam han logrado posicionarse por encima de países considerados más desarrollados, destacando por su capacidad de adaptación y crecimiento sostenido en innovación.
El caso venezolano refleja cómo la fragilidad económica y la falta de inversión estratégica afectan directamente la capacidad de generar competitividad. En un contexto regional marcado por retrocesos, el desafío sigue siendo construir ecosistemas de innovación sólidos, inclusivos y sostenibles.
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