Venezuela – La capilla universitaria de la Universidad Central de Venezuela fue escenario de un encuentro ecuménico cargado de fe, dolor y dignidad.
Una veintena de familiares de presos políticos venezolanos se reunió este miércoles para exigir lo más básico: que la libertad vuelva a ser un derecho, no un privilegio.
Convocados por la ONG Comité por la Libertad de los Presos Políticos, el acto reunió voces de distintas confesiones religiosas, activistas y ciudadanos que, con palabras, oraciones y silencios densos, denunciaron el sufrimiento de cientos de hombres y mujeres encarcelados por razones políticas.
“Que se abran esas puertas, que regresen los abrazos”, expresó entre lágrimas Carol Figueredo, esposa de Pedro Guanipa y cuñada de Juan Pablo Guanipa, ambos detenidos por motivos políticos.
La iniciativa fue definida por los organizadores como un espacio de resistencia espiritual, pero también como un acto de valentía civil. “Este acto vence el miedo”, afirmó Yovanka Ávila, hermana de Henryberth Rivas, preso en el Rodeo I, al señalar que “en un país donde la represión se usa para silenciar, orar también es rebelarse”.
El teólogo jesuita Pedro Trigo cerró el acto recordando que muchos de los detenidos “no han cometido delitos, ni han llamado a la violencia”, sino que fueron criminalizados por ejercer el derecho a la denuncia y la disidencia.
Según cifras del Foro Penal, en Venezuela hay actualmente 932 presos políticos. Este acto, sencillo pero poderoso, fue un grito colectivo para que el país y el mundo no olviden sus nombres, ni la esperanza que persiste tras las rejas.