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Días después de que la administración Trump comenzara a desplegar destructores y buques de guerra anfibios cerca de la costa venezolana, los gobiernos caribeños comienzan a romper el silencio ante una misión que redefine el equilibrio regional. El sábado, mientras las embarcaciones se aproximaban a aguas venezolanas, Trinidad y Tobago expresó su respaldo explícito a la operación militar estadounidense, en un gesto que marca un giro en la postura diplomática del Caribe.


La primera ministra Kamla Persad-Bissessar fue contundente: si el régimen de Nicolás Maduro lanza un ataque contra Guyana y Washington solicita apoyo, su gobierno concederá acceso territorial sin reservas. “Trinidad y Tobago siempre ha tenido buenas relaciones con el pueblo venezolano y así continuará”, afirmó, pero dejó claro que la defensa de Guyana prevalecerá en caso de conflicto.
La disputa fronteriza entre Venezuela y Guyana por la región del Esequibo ha escalado en tensión, y el despliegue militar estadounidense —que incluye los destructores USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, junto a un escuadrón anfibio— ha sido interpretado como una señal de advertencia. En respuesta, Maduro anunció la movilización de más de 4.5 millones de milicianos para “defender la soberanía nacional”, en un gesto que refuerza la narrativa de confrontación.

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Guyana, rica en petróleo y estratégicamente ubicada, fue el primer país en respaldar la iniciativa estadounidense, afirmando su compromiso con “soluciones significativas” y el desmantelamiento de redes criminales. La declaración fue recibida como un intento de legitimar el despliegue militar en clave de seguridad compartida.

Persad-Bissessar justificó su postura citando la lucha de dos décadas contra el crimen transnacional en Trinidad y Tobago. “Debido al tráfico de drogas, personas y armas de fuego, los países del Caribe han experimentado picos masivos de delincuencia, asesinatos y violencia”, afirmó. El año pasado fue el más mortífero en la historia reciente del país, con 625 homicidios y una tasa del 45.7%, según Insight Crime.

Este nuevo capítulo en la geopolítica caribeña revela un mapa de alianzas que se redefine entre silencios estratégicos, amenazas cruzadas y una creciente militarización de la región. El Caribe, históricamente visto como zona de tránsito y turismo, se convierte ahora en escenario de disputas que trascienden fronteras y que podrían marcar el rumbo de la seguridad continental.


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