Minneapolis amaneció este miércoles con una herida abierta. A las 08:30 de la mañana, mientras se celebraba la misa de inicio del ciclo escolar en la iglesia católica de la Anunciación, un hombre armado irrumpió desde el exterior y disparó a través de las ventanas contra los niños que rezaban en los bancos. El saldo: dos menores muertos —de ocho y diez años— y otros 17 heridos, catorce de ellos también niños. Dos permanecen en estado crítico.
El jefe de policía Brian O’Hara, visiblemente afectado, confirmó que el agresor estaba armado con un rifle, una escopeta y una pistola. “Creemos que utilizó las tres”, dijo. El atacante, cuya identidad aún no ha sido revelada oficialmente, se quitó la vida en el estacionamiento trasero de la escuela, según las autoridades.
“Dos niños pequeños fueron asesinados en los pupitres donde estaban sentados. Sus padres ya han sido notificados”, expresó O’Hara en conferencia de prensa. “Este acto deliberado de violencia es solo una muestra de la crueldad que está más allá de toda comprensión.”
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La escuela Annunciation Catholic, fundada en 1923, había convocado a toda la comunidad educativa para una misa de bienvenida. Lo que debía ser un rito de esperanza se convirtió en una escena de horror. Decenas de disparos atravesaron los vitrales, interrumpiendo las oraciones y dejando a la ciudad sumida en el dolor.
El alcalde Jacob Frey calificó el hecho como “atroz” y destacó que los niños “estaban literalmente rezando”. La zona fue acordonada por fuerzas locales, estatales y federales, incluyendo agentes del FBI y la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos.
Desde Washington, el presidente Donald Trump se comunicó con el gobernador Tim Walz. Ambos expresaron sus condolencias y aseguraron que están monitoreando la situación. “Rezo por nuestros niños y maestros, cuya primera semana de clases fue empañada por este acto violento”, escribió Walz en sus redes.
La comunidad de Minneapolis, golpeada por una serie de tiroteos en los últimos días, enfrenta ahora una tragedia que trasciende lo policial. Es una herida espiritual, una fractura en la inocencia. En los bancos de esa iglesia, donde ayer se escuchaban cantos escolares, hoy se acumulan flores, velas y preguntas sin respuesta.
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