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La diplomacia internacional se enfrenta a una nueva prueba de fuego. Este jueves, el secretario general de la ONU, António Guterres, instó a Estados Unidos y Venezuela a “resolver sus diferencias por medios pacíficos”, luego de que se confirmara el inminente arribo de tres destructores estadounidenses con más de 4.000 marinos a las costas venezolanas. El despliegue militar, previsto para el fin de semana, marca un nuevo punto de inflexión en la escalada de tensiones entre Washington y Caracas.


Desde la sede de Naciones Unidas, la portavoz adjunta Daniela Gross aseguró que Guterres “sigue muy de cerca” los acontecimientos y “urge a los dos Gobiernos a desescalar las tensiones y ejercer la contención”. Sin embargo, evitó pronunciarse sobre si esta movilización constituye una violación a la Carta de la ONU, dejando abierta una incógnita jurídica que inquieta a la comunidad internacional.

El anuncio del Pentágono se suma a la recompensa de 50 millones de dólares ofrecida por EE.UU. para capturar al presidente Nicolás Maduro, una medida que Caracas calificó como “provocación extrema”. En respuesta, el mandatario venezolano ordenó la movilización de cuatro millones de milicianos, en lo que denominó una “defensa patriótica ante las amenazas imperiales”.

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La retórica se intensificó desde el Gobierno de Trump. Terry Cole, director de la DEA, acusó a Venezuela de haberse convertido en un “estado narcoterrorista” que colabora con las FARC y el ELN para exportar cocaína hacia carteles mexicanos. Las declaraciones, emitidas por Fox News, refuerzan el discurso de criminalización que Washington sostiene desde hace años contra el régimen chavista.

Mientras tanto, el Gobierno de Maduro ha recibido respaldo del bloque ALBA y de aliados estratégicos como China e Irán, que denuncian una “agresión unilateral” por parte de EE.UU. El Caribe se convierte así en escenario de una pulseada geopolítica que trasciende fronteras y reactiva viejas tensiones hemisféricas.
La comunidad internacional observa con preocupación. ¿Estamos ante una nueva reedición de la diplomacia de cañoneras? ¿O aún queda espacio para el diálogo multilateral?


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