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Tras más de una década como senador por Florida, Marco Rubio ha asumido un rol central en la política exterior de Estados Unidos como asesor de seguridad nacional y secretario de Estado del presidente Donald Trump. Su objetivo: presionar al régimen de Nicolás Maduro mediante una campaña que combina sanciones, operaciones militares y diplomacia estratégica.

La ofensiva, que comenzó como una operación antinarcóticos, se ha transformado en un esfuerzo integral para debilitar al mandatario venezolano, a quien Rubio califica como “un cáncer en el hemisferio occidental”. Según fuentes citadas por The Washington Post, la estrategia busca no solo frenar el flujo de drogas hacia EE.UU., sino también forzar la salida de Maduro del poder.

Diplomacia de presión y despliegue militar

Rubio ha articulado una política exterior agresiva, respaldada por figuras clave del gabinete como Stephen Miller, Susie Wiles y la fiscal general Pamela Bondi. Esta última duplicó en agosto la recompensa por Maduro a 50 millones de dólares, acusándolo de vínculos con organizaciones criminales como el Tren de Aragua y el Cártel de Sinaloa.

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El Pentágono ha desplegado ocho buques de guerra, bombarderos B-52, drones MQ-9 Reaper y fuerzas especiales cerca de las costas venezolanas. Los ejercicios militares, según funcionarios estadounidenses, sirven como demostración de fuerza e inteligencia táctica.

En paralelo, Rubio ha revocado visas por motivos ideológicos, negociado deportaciones y liderado intercambios de detenidos, como el reciente acuerdo que involucró a 252 venezolanos retenidos en El Salvador por 10 estadounidenses en Caracas.

Fricciones internas y giro estratégico

La estrategia de Rubio contrasta con el enfoque pragmático del enviado especial Ric Grenell, quien había promovido negociaciones directas con Maduro. Aunque Grenell logró acuerdos puntuales, como la liberación de rehenes, fue marginado en julio, dejando la política hacia Venezuela bajo control de Rubio.

Durante su gira inaugural como secretario de Estado, Rubio visitó cinco países de Centroamérica y el Caribe, donde dejó claro que EE.UU. recompensaría a los aliados que se alinearan con su postura. “Es mejor ser aliado que alborotador”, declaró en Costa Rica, calificando a Venezuela, Cuba y Nicaragua como “enemigos de la humanidad”.

Reacciones y tensiones

Mientras los aliados de Rubio celebran la escalada como una victoria contra el socialismo, Maduro ha respondido con movilización militar y acusaciones directas. “Rubio quiere mancharle las manos con sangre al presidente Trump”, afirmó el mandatario venezolano, quien lo ha calificado como “señor de la guerra”.

La campaña de presión, que se inscribe en una narrativa de seguridad hemisférica, también busca consolidar el liderazgo de Trump en política exterior y reforzar su base electoral, especialmente en Florida, donde el sentimiento anti-Maduro es fuerte entre los republicanos.

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