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Mientras la historia oficial celebra a Cristóbal Colón como el “descubridor de América”, una figura anterior permanece en las sombras del relato dominante: Leif Erikson, explorador vikingo que habría pisado tierras americanas cinco siglos antes, sin esclavizar ni someter a sus habitantes. Su travesía, documentada en las sagas nórdicas y respaldada por hallazgos arqueológicos, plantea una pregunta incómoda: ¿por qué se oculta al primer europeo que llegó a América sin imponer su cruz ni su corona?

El viaje silencioso
Hijo de Erik el Rojo, Leif partió desde Groenlandia alrededor del año 1000 y llegó a una tierra fértil que llamó Vinland, posiblemente en la actual Terranova, Canadá. Allí, según las crónicas islandesas, protegió a sus colonos durante el primer invierno, organizó el asentamiento y evitó conflictos con los pueblos originarios. No hay registros de violencia, imposición religiosa ni saqueo. Solo la búsqueda de madera, alimento y refugio.
Evidencia enterrada
En 1960, arqueólogos descubrieron en L’Anse aux Meadows restos de un campamento vikingo del siglo XI. Casas comunales, talleres de hierro y herramientas confirmaron que los nórdicos llegaron a América antes que Colón, aunque sin dejar una huella imperial. Leif no fundó colonias ni reclamó tierras en nombre de ningún monarca. Su legado fue exploratorio, no conquistador.
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El contraste con Colón
Cristóbal Colón llegó en 1492, no para descubrir, sino para avisar: que América existía, que podía ser explotada, que sus habitantes podían ser sometidos. Su llegada trajo enfermedades, esclavitud y despojo, inaugurando un ciclo de colonización que marcaría siglos de sufrimiento para los pueblos originarios. Mientras Leif protegía a sus hombres, Colón entregaba esclavos al reino de Castilla.
¿Por qué se recuerda a uno y se olvida al otro?
La respuesta está en el poder simbólico. Colón fue útil al relato imperial, al dogma cristiano y a la expansión europea. Leif, en cambio, representaba una alternativa ética y cultural: un explorador sin cruzadas, un líder sin sometimiento. Su historia fue relegada a las sagas, mientras la de Colón se convirtió en efeméride.
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