El huracán Erin, el primero de la temporada en el Atlántico Norte, azotó este lunes las islas del Caribe con ráfagas violentas y lluvias torrenciales, mientras crece la preocupación por inundaciones costeras y corrientes de resaca en la costa este de Estados Unidos, a pesar de que no se prevé un impacto directo sobre tierra firme.
Erin alcanzó brevemente la categoría 5 durante el fin de semana, la máxima en la escala de Saffir-Simpson, antes de debilitarse ligeramente. Según el Centro Nacional de Huracanes (NHC), el fenómeno registró vientos de hasta 220 km/h y se desplazó al noroeste a 16 km/h. Su tamaño es inusualmente grande: los vientos huracanados se extienden hasta 128 km desde su centro, y los de tormenta tropical alcanzan los 370 km.
Las bandas externas del huracán provocaron lluvias intensas sobre Cuba, República Dominicana, Turcos y Caicos y Bahamas, donde se emitieron advertencias de tormenta tropical. En algunas zonas, las precipitaciones podrían superar los 15 centímetros.
Jamie Rhome, subdirector del NHC, advirtió que el hecho de que Erin se mantenga mar adentro no implica que sus efectos sean menores. Las costas de Carolina del Norte, en particular, podrían enfrentar olas de hasta seis metros, marejadas ciclónicas e inundaciones que podrían dejar comunidades incomunicadas entre miércoles y jueves.
En Puerto Rico, aún marcado por el recuerdo del huracán María en 2017, se reportaron inundaciones y cortes de energía, aunque el servicio fue restablecido en la mayoría del territorio.
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Una tormenta amplificada por el calentamiento global.
Daniel Gilford, científico de Climate Central, señaló que Erin es una de las tormentas más rápidas e intensas del registro moderno. Su rápida intensificación se atribuye a las altas temperaturas de la superficie oceánica, que actúan como combustible térmico para los ciclones tropicales. Según Climate Central, el calentamiento extremo de las aguas sobre las que se desplazó Erin es hasta 100 veces más probable debido al cambio climático.
Michael Brennan, director del NHC, anticipó que el huracán crecerá de manera “espectacular” en los próximos días, generando condiciones marítimas peligrosas en todo el Atlántico occidental. Las autoridades han emitido órdenes de evacuación en zonas vulnerables de Carolina del Norte.
Una temporada que promete ser más activa.
La temporada de huracanes en el Atlántico Norte, que se extiende de junio a noviembre, se perfila como más intensa que el promedio. En 2024, el huracán Helene dejó más de 200 muertos en el sureste de Estados Unidos. Este año, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) atribuye el aumento de actividad tropical a la combinación de aguas cálidas en el Atlántico y un monzón activo en África occidental.
El caso de Erin refuerza el consenso científico sobre el vínculo entre el cambio climático y la intensificación de los ciclones tropicales. Más allá de su trayectoria, el huracán deja una advertencia clara: los fenómenos extremos ya no son excepcionales, sino parte de una nueva normalidad climática.