La petrolera estadounidense Chevron ha retomado sus operaciones en Venezuela tras recibir una nueva licencia del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Aunque los detalles del acuerdo aún no han sido revelados oficialmente, expertos dan por hecho que el retorno de la compañía traerá beneficios netos para el fisco venezolano en 2025, en medio de una economía golpeada por la inflación y las sanciones internacionales.
En los últimos días, dos cargueros de Chevron partieron desde Venezuela rumbo a refinerías en Texas, donde el crudo pesado venezolano tiene alta demanda. Se estima que la empresa aportará unos 200.000 barriles diarios, lo que podría elevar la producción nacional a 1,2 millones de barriles en el corto plazo y permitir un crecimiento económico cercano al 2%.
El regreso de Chevron se concreta mientras Caracas termina de saldar una millonaria deuda con la multinacional. Algunas versiones indican que la nueva licencia impone restricciones: la compañía no podría realizar pagos en efectivo ni cancelar regalías directamente, sino operar a través de empresas mixtas con PDVSA, como Petropiar o Petroindependencia, y cumplir sus compromisos mediante pagos en especie.
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Este movimiento ocurre en paralelo a una escalada diplomática. El fiscal general de Estados Unidos, Pat Bondi, anunció que se elevará a 50 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la captura del presidente venezolano Nicolás Maduro, acusado por Washington de liderar el Cartel de los Soles.
Mientras tanto, el gobierno de Trump busca atender sus necesidades energéticas inmediatas sin levantar las sanciones que impiden el acceso directo de fondos petroleros al régimen venezolano. El impacto político del regreso de Chevron podría aliviar parcialmente la presión financiera sobre Caracas, pero también reaviva el debate sobre los límites éticos y estratégicos de las concesiones energéticas en contextos autoritarios.