La selva antioqueña volvió a convertirse en escenario de tragedia. El Gobierno colombiano confirmó este jueves la muerte de doce policías tras el ataque a un helicóptero de la Policía Antinarcóticos en el municipio de Amalfi, departamento de Antioquia. La aeronave participaba en labores de erradicación de cultivos de coca cuando fue presuntamente alcanzada por un dron explosivo, obligando a un aterrizaje de emergencia en una zona de difícil acceso.
Inicialmente, el presidente Gustavo Petro había informado de ocho muertos y ocho heridos, pero el balance fue actualizado tras recibir reportes desde el terreno. “No han podido hacer la extracción de heridos ni de los cuerpos”, señaló una fuente policial a EFE, en referencia a la compleja geografía montañosa y selvática que impide el ingreso de equipos de rescate.
Petro calificó el hecho como “un acto de guerra cometido por el Frente 36 del Estado Mayor Central”, una de las principales disidencias de las FARC que opera en el noreste antioqueño. La declaración presidencial marca un giro en el tono oficial, que hasta ahora buscaba mantener canales de diálogo con sectores armados.
Lea Tambien: Estados Unidos refuerza alerta máxima: “No viajar a Venezuela por riesgo extremo de seguridad”
El gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, activó la red hospitalaria para atender a los heridos y recordó que en la región también opera el Clan del Golfo, la banda criminal más poderosa del país. La superposición de actores armados en territorios estratégicos como Amalfi evidencia la fragilidad del control estatal y la persistencia de economías ilegales.
Este nuevo ataque se suma a una serie de hechos violentos que han sacudido Colombia en las últimas semanas, incluyendo atentados en Cali y el recrudecimiento del conflicto en el Cañón del Micay. Diversos sectores sociales y organismos internacionales han exigido al Gobierno acciones contundentes para frenar la expansión de los grupos armados ilegales.
En medio de la selva, donde la coca sigue marcando el pulso territorial, el helicóptero derribado se convierte en símbolo de una guerra que no cesa, y de un Estado que aún lucha por recuperar el control de sus fronteras invisibles.